A principios de enero es el momento del año que no puede pasar lo suficientemente rápido. Hace frío afuera, los días son cortos y lo peor de todo es que los lanzadores y los receptores no informan hasta el día de San Valentín.
Así que al comienzo del invierno, compré una porción de primavera en forma de entradas para el primer juego de béisbol profesional que pude encontrar en el área de Hartford: los Portland Sea Dogs en los New Britain Rock Cats el jueves 3 de abril de 2008, que es la noche de apertura para los Rock Cats.
La organización Rock Cats debe compartir la alegría que es el regreso anual del béisbol al Nueva Inglaterra porque han elegido marcar este glorioso rito de primavera con un espectáculo de fuegos artificiales. Aparte del 4 de julio, no puedo pensar en una ocasión más apropiada para tener un despliegue de fuegos artificiales, pero entonces de nuevo, no vivo dentro del alcance del oído del Estadio New Britain.
Los despliegues de fuegos artificiales de los Rock Cats tienen una interesante historia legal. En Esposito v. New Britain Baseball Club, Inc., 49 Conn.Supp. 509 (2005) (Berger, J.), los vecinos propietarios presentaron una orden de restricción contra los Rock Cats para evitar que los Rock Cats comenzaran y continuaran casi quincenalmente los espectáculos de fuegos artificiales.
En una opinión muy reflexiva, el juez Berger dictaminó que los fuegos artificiales constituían una molestia y que interfirieron sustancialmente con el uso y disfrute de los vecinos propietarios de su propiedad y ordenó a los Rock Cats reducir el número de espectáculos de fuegos artificiales durante la temporada a una vez al mes.
En cuanto a mí, no me quedaré para el despliegue de fuegos artificiales, pero espero llegar temprano para ver a los prospectos de los Red Sox tomar práctica de bateo y, con suerte, verlos generar algunos fuegos artificiales en la placa.